—Espero algún día encontrar a alguien como tú, te dije.
Y tú —como si no bastara con lo que ya éramos—
me sonreíste.
Y dijiste que quizás podríamos intentarlo.
Pero no.
No quise.
Te solté la frase más cómoda que encontré:
Alguien como tú… no tú.
Porque tú ya habitas demasiado en mí.
Y tenerte de otra forma
significaría dinamitar esta versión nuestra,
que no existe del todo, pero tampoco se va.
No es que no te quiera.
Es que te quiero desde un lugar
donde no se puede querer sin romper algo.
Y aunque nadie lo diga en voz alta,
sabemos que hay algo que se rompería.
Y yo no quiero romper,
quiero seguir deseándote así:
desde la acera de enfrente,
mientras fingimos que el mundo está bien como está.
Me gusta más la idea de ti que tu realidad con horarios.
Me gusta pensarte sin fecha ni culpa,
sin tener que imaginar finales.
Quizás no eres tú.
Quizás es esa forma de vivir que tienes,
con tanto fuego bajo la piel
y aún así, tanta calma en la mirada.
Esa forma tuya de ser contradicción
y hacer que parezca arte.
Y pensándolo bien,
quizás nunca quise tenerte.
Quizás, en otra vida,
solo me habría bastado con ser tú.
Ser la manera en que hablas del amor como si no doliera.
La forma en que, siendo un caos hermoso,
encuentras belleza en lo mínimo.
Ser tú…
para entender cómo se ama sin pedir perdón.
Y entonces sí, quizá entonces,
podríamos habernos mirado sin miedo